domingo, 23 de agosto de 2009

EL ABRAZO DEL SOL

El carpintero se acercó a la ranura del rústico muro. Miró unos segundos a su alrededor y sacó la papeleta que esperaba encontrar ante las señas recibidas de la joven Esther, unas horas antes. Al igual que en otras ocasiones, se aseguraba que no era vigilado y a la primera oportunidad, entregarla a su amigo y de paso compartir con él algunas cervezas.
Sin embargo, su mirada no alcanzó a percibir que desde el tercer piso del colegio, alguien vigilaba sus movimientos.

Esther no se sentía locamente enamorada pero si atraída por el insistente Pablo, para quien iban dirigidas las notas. Tenía claro que su objetivo en aquel colegio de monjas, en el cual había estrictas prohibiciones, era estudiar. Pero aún así el potro de la juventud también cabalgaba desafiante.
Era conciente de la peligrosa apuesta que hacía con aquellas notas que iban y venían pero era innegable que aquel campesino que la cortejaba con insistencia le hacia latir el corazón con mas celeridad.

- Este carpintero siempre me ha parecido sospechoso y parece que no me equivoqué, se decía para si Sor Laura.

No le cabía duda que aquella nota iba dirigida a alguna de las alumnas.
Ya era tarde y no le pareció prudente bajar a la carpintería del colegio a enfrentar aquel hombre que transgredía las normas de la respetable institución. Se propuso hacerlo al día siguiente diciéndole con firmeza: “entrégueme esa nota”, no sin antes hacer las indagaciones respectivas sobre su procedencia y destino. Aquel colegio era una “normal de señoritas” y la disciplina y la concentración en el estudio eran normas inquebrantables.
Se fue para su cama con aire de tranquilidad y seguridad pero sólo bastó apoyar su cabeza en la almohada para que sus pensamientos se dirigieran hacia aquella actitud cómplice del carpintero.

Estoy segura que esa nota contiene mensajes de amor. Se decía para si. Alguien esta locamente enamorado para que tome este riesgo. Nunca he recibido una carta de amor. Desde mis trece años he estado confinada en este internado y jamás un hombre se ha fijado en mí. Sólo miradas esquivas cuando salgo al mercado del pueblo los sábados. ¿Qué mensaje habrá en esa nota? ¿Amor te quiero besar? ¿Cuándo te escapas del colegio? ¿O dirá incluso cosas mas atrevidas?
Sus pensamientos empezaron a volar mas alto e incluso cada vez lo hacían con más erotismo y tempestad en su mente. La llevaron navegando a sueños humanos de mujer que no conoce los caballos alados del amor.

Pero aquel día le había tocado hacer el aseo en el restaurante del colegio y su cuerpo estaba bastante cansado y terminó vencida por el sueño.

Se levantó muy temprano cuando apenas la noche comenzaba a escapar de las sombras. Se puso un camisón blanco sobre su cuerpo desnudo y bajó como una gacela las escaleras de los dos pisos que la separaban de la carpintería. Al pasar por el muro donde vio al carpintero extraer la nota, sus ojos la llevaron a ver la ranura en la que había sido depositada. Se empinó sobre sus pies descalzos y en aquel preciso momento el sol atravesó su cara y su cuerpo con el primer rayo de luz.

Sor Laura, se sorprendió ante aquel coincidente evento y miró como su joven cuerpo era delineado por un rayo de sol.
Su cuerpo percibió la tibieza en su piel y sus ojos la silueta de sus senos que se delineaban con perfección sobre el camisón.
Asombrada se observó ensimismada durante largo rato y casi sin darse cuenta sus dedos invadieron su cuerpo con caricias deliciosamente paganas y sintió como era recorrido por una tibia sensación. Entonces, se sintió bellamente armoniosa.

No supo cuánto tiempo estuvo en ese dulce trance. Al reaccionar vio como sus dedos se deslizaban por su cuerpo con la deliciosa habilidad de un pianista interpretando el Claro de Luna.
Se confundían la sensación armoniosa con la preocupación de sentirse observada por el carpintero o por cualquier monja desde los pisos altos.

Corrió hacia las escaleras y su silueta fugaz y armoniosa jugaba con el tímido sol. De existir ojos asaltantes, no hubiese visto algo diferente a un ángel que flotaba sobre las escaleras para llegar al sol.

Cerró cuidadosamente la habitación y se metió de nuevo entre sus sábanas.

El Ave María, recorría todas las habitaciones como la diana del amanecer y penetró en la alcoba de Sor Laura quien se despertó sobresaltada del profundo sueño. Tocó su cuerpo y al sentir el blanco camisón puesto, recordó en unos cuantos segundos lo sucedido. Le fue imposible precisar si la noche anterior se había puesto su camisón o si se había acostado desnuda, lo que le impidió saber si lo sucedido fue realidad o si estuvo soñando.

Como de costumbre bajó al comedor y a través de la ventana, vio pasar al carpintero que le sonrió. Al responder su mirada, no pudo saber si le miraba con picardía o si era que nunca le había mirado a los ojos.


MALECON DE GUATAPE, JULIO DE 2009.

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